El sentido del amor

por Enrique Oscar Corsiglia Acevedo

Dicksee - Romeo and Juliet

El amor es uno de los tópicos más elaborados por las obras artísticas. Grandes películas, novelas y poemarios están atravesados por grandes amores. De la misma manera, el amor es un elemento fundamental en la tradición mítica y en la historia social. ¿Qué saben las neurociencias sobre el amor?

Los neurocientíficos sostienen que se trataría de una emoción compleja, un estado mental subjetivo, y funciones cognitivas.

Particularmente creemos que el amor excede el amor “Romántico” que atañe también al sentimiento que se sostiene por los seres queridos, familiares, amistades, y porque no, a nuestras mascotas.

Históricamente el humano ha identificado al amor con el corazón, ¿Será porque esta emoción provoca alteraciones en su ritmo?

“El corazón más que el origen de nuestras emociones, es la víctima”. (Facundo Manes).

Este término tan complejo no puede ser medido por las ciencias duras, por lo que los reconocidos neurocientíficos utilizan nuevos conceptos que  relacionan con los primeros.

Lo que la ciencia puede hacer con este tema tan complejo, basada en su estado del arte, es relacionar al amor con otros conceptos medibles.

“El amor, desde el punto de vista neurocientífico, es una experiencia que involucra masivamente los sistemas cerebrales de recompensa”. (Facundo Manes)

Las personas cuando nos sentimos enamoramos tenemos una sensación de plenitud y bien estar somatosensorial, nos manifestamos mas motivados y felices. Pero por otra parte los neurocientíficos sostienen que este fuerte sentimiento inhibe la función de la corteza frontal, vital para el juicio, que se apaga cuando nos enamoramos y así logra que se suspenda toda crítica o duda. (Romeo y Julieta), (Paolo y Francesca).

Las neuroimágenes han demostrado también que en un área del cerebro importante en la regulación del miedo y regiones implicadas en emociones negativas también se apagan. Esto podría explicar por qué nos sentimos tan felices cuando estamos enamorados, y porque cometemos actos que en otras ocasiones no realizaríamos.

Los estudiosos dicen que mensajeros químicos como la dopamina son clave para las experiencias de placer y dolor, y se relacionan estrechamente con el deseo, la adicción y la euforia.

En el amor, se modifican los niveles de oxitocina, sustancia predominante en los vínculos y relaciones, que se dan también en los animales sociales.

Por otra parte se encuentra en disminución la serotonina, clave en el estado de ánimo y el apetito, los niveles de serotonina pueden caer de forma similar a los observados en personas con trastorno obsesivo compulsivo, explicando por qué el amor puede hacernos sentir ansiosos y reiterativos.

Se libera adrenalina, involucrada en el aceleramiento de nuestro corazón, el sudor en las palmas de la mano y la boca seca cuando vemos a la persona que nos enamora. Este podría ser el motivo por el cual culturas TAN DIVERSAS han ubicado al amor en este órgano tan importante.

Los estudios en psicología han demostrado que el proceso de enamoramiento tiene que ver con otras motivaciones: nuestras experiencias pasadas están almacenadas en alguna parte de nuestro cerebro y, de alguna manera, guían nuestro comportamiento y toma de decisiones.

“Estudios electrofisiológicos demuestran que determinadas áreas del cerebro se activan en un abrir y cerrar de ojos (exactamente en un quinto de segundo), al ver un estímulo relacionado con la persona amada”. (Facundo Manes)

Antes del amor existe una primera impresión relacionada con lo visual, lo que daría cuenta que se proyectarian en esta nueva persona aquellas experiencias pasadas almacenadas en nuestro cerebro. ¿Entonces de quien nos enamoramos?

Para la ciencia el amor implica un desafío fascinante para descifrar la participación del cerebro en la experiencia amorosa y, sobre todo, para definir de qué hablamos cuando hablamos de amor.

Vagué durante algunos días por los lugares donde habían sucedido estos acontecimientos. A veces deseaba encontrarte, otras estaba decidido a abandonar para siempre este mundo y sus miserias. Por fin me dirigí a estas montañas por cuyas cavidades he deambulado, consumido por una devoradora pasión que sólo tú puedes satisfacer. No podemos separarnos hasta que no accedas a mi petición. Estoy solo, soy desdichado; nadie quiere compartir mi vida, solo alguien tan deforme y horrible como yo podría concederme su amor. Mi compañera deberá ser igual que yo, y tener mis mismos defectos. Tú deberás crear este ser.          
               de Frankestein o el moderno Prometeo
              Mary Shelley (Londres, 1797-1851)
por Enrique Oscar Corsiglia Acevedo
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Fuente de información: esta nota está basada en libros y artículos de autoría del neurocientífico Facundo Manes.
Imagen que ilustra la nota: Pintura de 1884 de Frank Dicksee: la escena del balcón de Romeo y Julieta.
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