Condiciones sanitarias en la época colonial por Mabel Crego

afeitado / sangría
La ciudad de Buenos Aires, actualmente capital de la Argentina fue, hasta mediados del siglo XVIII, una villa pobre y alejada. Su localización cerca del río, y su actividad portuaria, habían hecho de ella una ciudad sucia con grandes fallas de higiene.
Mabel Alicia Crego
Vecina de Barracas
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Varios hechos políticos importante ocurrieron a finales del 1700, el más importante sin duda fue la creación de Virreinato del Río de la Plata, convirtiéndose la ciudad en la capital del mismo. Esta situación trajo grandes cambios a la ciudad pero también nuevos problemas sanitarios. Relato las medidas que se fueron tomando y la situación resultante a principios del siglo XIX, época en que las colonias hispanoamericanas comenzaron su proceso de emancipación.

El Protomedicato era una institución creada en España para controlar el ejercicio de la medicina, cirugía y farmacia, el cual también se estableció en estas tierras.

La situación recién empezó a cambiar en 1778, fecha en la cual el virrey Vértiz solicitó la creación de un Protomedicato con sede en esta ciudad, con la función primaria de vigilar el ejercicio del arte de curar, pero también la de ejercer la docencia y atender a la formación de profesionales. Aunque con mucha reticencia de España, fue elegido el Dr. Don Miguel Gorman de origen irlandés, como el primer Protomédico General y Alcalde Mayor de todas las facultades de Medicina, Cirugía, Pharmacia y Phlebología.

Este régimen fue comunicado a las provincias en 1780 por una circular cuya parte fundamental decía… “Y no permitir desde el recibo de esta, en adelante en ningún pueblo de españoles de esa provincia, el que alguno entre de nuevo a ejercer la medicina, cirugía, farmacia y flebotomía, sin que primero conste en recaudos bastantes y en debida forma, haber sido examinado por el Real Protomedicato de esta ciudad, merecido la aprobación de los exámenes y hallase en consecuencia autorizado para ejercerla

El 7 de diciembre de 1803, antes que se hubiera formado ningún médico en estas tierras, el Tribunal del Protomedicato elevó a las autoridades la nómina de los 27 médicos y cirujanos que estaban habilitados para ejercer su profesión en todo el virreinato. Viendo la escasez de los mismos para cubrir las necesidades de una comunidad en crecimiento, el Protomedicato decide crear la Primera Escuela de Medicina que funcionó en este país, la cual abrió sus puertas en 1801.

Según el historiador Félix Luna:
comparadas con las actuales, las condiciones sanitarias eran pésimas en la época colonial. En 1816, el agua tocaba a la puerta cada mañana, agitada por el traqueteo de la carreta que conducía el aguatero”.

En Buenos Aires, se la traía del río y se vendía por las calles. Era barrosa y debían dejarla reposar y filtrar para que se aclarara y poder beberla, cuenta Luis Moreno, que colocaban, un trozo de alumbre o tortugas de agua en los pozos para limpiar el agua.
Eran  contadas las casas tenían Aljibes. En otras partes era agua de pozo, o recolectaban el agua de lluvia.”

Pero no había agua corriente.

carretas en el Río de la Plata

A pesar de la cercanía del río, el agua que consumían los pobladores tampoco era de muy baja calidad, ya que como resultado de toda esa conducta descuidada con los desperdicios y las excretas y la falta de cloacas se contaminaban los pozos y las napas del agua de consumo. Por la carencia de agua potable los aguateros debían extraerla del Río de la Plata en lugares convenidos y cargarla en enormes toneles sobre chatas de ruedas muy altas y así distribuirla por la ciudad. Los baños en las casas de familias de elite, se realizaban una vez al mes y con la misma agua se bañaba el padre primero, la madre, los hijos y después se usaba para regar las quintas.

Y a falta de agua corriente, era común que la gente se bañara en el río. Por pudor, muchos esperaban la oscuridad de la noche para higienizarse, aunque se cree que ya desde entonces hubo reglas muy claras  como  “Era prohibido bañarse desnudo”, había un sector del rio, determinado para el baño de las damas y otro para los caballeros. Era prohibido a los hombres solos aproximarse durante el baño a las señoras, debiendo mantenerse por lo menos a la distancia de 30 metros.

aguateros

Las señoras esperaban que llegara el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Esa jornada, los frailes bendecían las aguas, aunque específicamente los franciscanos lo hacían un poco antes, el 4 de octubre, y los recoletos el 12 del mismo mes, día de Nuestra Señora del Pilar.

Un problema que originaba una importante mortandad entre los niños recién nacidos era el “mal de los siete días”, llamado así porque a los pocos días de nacido el bebé comenzaba con convulsiones seguidas de muerte. Sin saber por aquella época el origen de este padecimiento, que hoy se sabe se debe al tétanos del recién nacido ocasionado generalmente por fallas de asepsia en el corte del cordón umbilical, se ofrecían por aquellos años múltiples tratamientos y recomendaciones. Por ejemplo se recomendaba utilizar aceite de palo en el cordón, y otras medidas, pero aquella que más movió a la reflexión fue la teoría que el shock por el agua fría bautismal podría ser la causa que originara el espasmo que luego terminaba en la muerte del pequeño.

aljibeEsta idea fue escuchaba por las autoridades que recomendaron usar agua tibia para tal fin, pero posteriormente el miedo llegó a un grado tan grande que finalmente en 1813, la Asamblea del año XIII dispuso  la recomendación, bautizar con agua templada o  de no bautizar a los niños hasta que pudieran resistir la conmoción originada por el agua vertida sobre su cabeza.

La historia demostró que nada tenía que ver el bautismo con ese mal, pero considerando el poder de la iglesia a principios del siglo XIX y ver que se llegó hasta la recomendación de medidas tan abruptas, muestra la importancia de este mal como causa de muerte en los niños de aquella época.

Otro tema que estaba relacionado con las costumbres religiosas era el parto, el cual no correspondía que fuera atendido por un medico sino por las comadronas en las propias casas.

Recién varios años después de nuestra independencia se modifica esta situación y se abrió en el hospital de mujeres una sala con camas para las enfermas de parto. La cesárea estaba prohibida para parturientas vivas, solamente era posible realizarla si esta moría para poder sacar al bebé. Esto fue aceptado por la Iglesia a fin de que los bebés pudieran recibir los autos de Bautismo y la Extremaunción y fue denominado “parto inmaculado” y debía realizarse aun si el niño estaba muerto.

Con estos y otros trastornos tenían que vérselas los médicos de aquellos tiempos. Los congresales de Tucumán les ponían el pecho a las luchas por la independencia. Un buen ejemplo de la orientación que perseguían los profesionales de la salud,  fue el único médico que integró el Congreso de Tucumán: Pedro Buenaventura Carrasco. Sirvió como cirujano a los ejércitos libertadores después de graduarse en la Universidad de Lima y llegó a territorio tucumano representando a Cochabamba.

Las operaciones eran cruentas, no había asepsia, ni anestesia. Y los hospitales eran muchas veces el lugar «donde la gente iba a morir».  Los  hospitales de sangre, que funcionaban en escuelas y parroquias, atendían a los soldados. Entre los militares, “el mayor peligro eran las infecciones, porque generalmente sufrían heridas de arma blanca que, si se infectaban, podían provocar una gangrena y llevar a la amputación”.                                

La idea de prevención era lejana y lo que más preocupaba eran las enfermedades infecciosas.

Aquí, en el Río de la Plata, coexistían el mundo académico y el sub- profesional. «Además de los conocidos curanderos y los barberos-cirujanos, había algebristas, que se ocupaban de las enfermedades de los huesos. También abundaban los sangradores flebótomos (explica el doctor Alfredo Kohn Loncarica, profesor titular de Historia de la Medicina y director del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad de Buenos Aires).

La medicina estaba enfocada hacia la formación de médicos militares y cirujanos que participaban en las guerras de la independencia.«

Si bien había médicos en la colonia, muchos ostentaban títulos dudosos y además se encontraban toda clase de personas que ofrecían oficios de lo más variados para curar diferentes males sin que mediara ningún control para ello.

En la misma España, se reconocía dos clases diferentes de médicos; los médicos latinos, aquellos recibidos en las universidades y que por lo tanto hablaban el latín que era el idioma académico de aquella época y otros denominados médicos romancistas que generalmente actuaban en las comarcas alejadas y se habían formados realizando tareas al lado de un profesional y pero sin estudios académicos. Este título comenzó a ser reconocido por el propio Protomedicato español.

El listado de estos “auxiliares médicos no universitarios”, era bastante largo dependiendo de su habilidad.

Estaban los algebristas, que se ocupaban de las luxaciones; los barberos, sangradores y flebotomistas que realizan cortes y sangrados; los litotomistas o sacadores de piedras; los oculistas o batidores de la catarata, los ventoseros que aplicaban ventosas, los lamparoneros que abrían accesos, las parteras comadronas y otros más.

Pero además de ser un grupo muy variado, nadie controlaba ni la formación recibida ni las actividades que desarrollaban.

Los primeros médicos argentinos fueron los alumnos de la Escuela de Medicina, creada en 1801.

Juan María Gutiérrez en su libro, expresa claramente los esfuerzos que tuvieron que hacer docentes y alumnos de esta primera camada de médicos recibidos en el país.

La antigua Escuela de Medicina del Protomedicato se convirtió posteriormente en el Instituto Médico Militar, dirigido por el doctor Cosme Argerich.

Mabel Alicia Crego
Vecina de Barracas
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FUENTES:
  • Buenos Aires criolla 1820-1850.  Luis Alberto Moreno Centro. Editor de América Latina
  • Brujos y cuasi médicos de los inicios argentinos. Pérgola, Federico. Bs As, EGE, 2008, p 126-8.
  • Síntesis histórica de la medicina argentina. Túmburus, Juan. Bs As, El Ateneo, 1926.
  • La Casa Cuna de Bs As. Epopeya de cuatro siglos. Croce, Pablo. Bs As, Fundación Hospital Pedro Elizalde, 2007.
  • Salud y medicina en la época colonial  apuntes de Laura Moratal Ibañez
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