La Pulpería “El Puentecito” – Barracas por Mabel Crego

El Puentecito Lujan 2101
El Puentecito Lujan 2101

Las calles de Barracas son especiales para mí. Los rincones con  historia van surgiendo ante mis ojos.

Donde ya casi termina la Capital y el barrio se amalgama con el Riachuelo se encuentra “el puente viejo” antiguo paso obligado hacia el sur, con sus maderas crujientes y las vías, que son el mudo  testigo  que queda hoy, de los tranvías que una vez circularon por Buenos Aires.

En la esquina de Vieytes y  Luján el barrio con faroles y adoquines, canta con propia voz. 

En la ochava que se forma del cruce de las calles y las barandillas del viejo paso a la pampa, por antiguo “Puente de Gálvez”  (donde el Riachuelo era una herida abierta entre las dos Barracas de antaño, la del norte y la del sur),  se encuentra una vieja Pulpería que hace 138 años se erigía en el ultimo rincón de Barracas. “El Puentecito”, Pulpería, Fonda o Restaurante, dice en el cartel del frente.

Allí quedó detenido el tiempo, en cada una de las historias que muestran las fotografías colgadas en sus blanqueadas paredes, mezcladas con anécdotas de mozos, cocineros y parroquianos que concurren habitualmente al lugar.

Se fundó el 20 de noviembre de 1873 por un español, Fernando Hermida con ansias de progreso, junto a otros once socios más, desde entonces es un importante hito desde lo histórico y cultural en el barrio de Barracas.

Su dueño es hoy, el hijo de Fernando Herminia con otros cinco socios mas, hijos y sobrinos de aquellos primeros once pioneros que decidieron venir a trabajar muy duro a estas tierras.
Sus orígenes son increíbles, puesto que si bien, la fonda o restaurante comenzó en 1873, muchos años antes en esa esquina sin nombre y sin adoquines, los gauchos y troperos se juntaban a tomar caña y ginebra bajo el alero de un rancho que poco a poco se fue haciendo pulpería.

En el lugar había una vieja matera, que los dueños quieren restaurar y recuperar,  que es  una vieja pieza con arcadas en torno a la cual los gauchos, payadores y carreteros se sentaban en rueda a tomar mate, mientras esperaban que sus carretas fueran cargadas con provisiones para emprender los larguísimos viajes a través de la pampa.

También se encuentra una canchita, donde los antiguos lecheros vascos, dejaban sus carros e improvisaban partidos  de bochas o pelota vasca.
 
Con el correr de los años el lugar fue cambiando y transformándose, el rancho pasó a ser Pulpería, almacén de ramos generales, cantina, fonda, hasta que en 1873 se convirtió en restaurante y continúa hasta hoy.

Se sirven picadas exquisitas, paellas y mariscos, pastas y parrilladas que deleitan a locales y turistas, sasonadas con historias contadas por los mozos y dueños del lugar. El Puentecito, invita a sus visitantes a disfrutar no solo de la comida y de la historia, sino también a dejar pasar el tiempo gratamente aprovechando la vida en sí misma.
 
Su nombre es el resultado de su propia historia, siempre al frente del “Puentecito viejo”  es otro de los lugares mágicos que hacen que nos transportemos por la historia de nuestro barrio.

Mabel Alicia Crego – Maestra Secretaria email
Docente JIC 4 d.e. 6º

 

FUENTES:

  • Barracas su historia y sus tradiciones  Enrique H. Puccia
  • Sur capitalino  
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