Los Cuarteadores de Barracas por Mabel Crego

Los barrios tienen su idiosincrasia, sus recuerdos, sus tradiciones, que le dan características propias a cada uno de ellos, Barracas tiene a sus “cuarteadores”.
 
La abrupta barranca que baja desde la “meseta” donde se emplazaba la antigua “gran aldea”  desde  plaza Constitución hacia el Riachuelo, por la Calle Larga, fue suavizada varias veces a lo largo de los años, para que las carretas y chatas primero, los tranvías y los coches a caballo luego, pudieran subir y bajar con más facilidad su pronunciada pendiente. Para esto, a finales de siglo XIX hombres de recia estampa se destacaban en el “repecho” de la antigua Calle Larga de Barracas.
 
El cruce de la actual Av. Montes de Oca y Uspallata fue el punto de reunión para los “cuarteadores” que se encargaban con sus caballos “percherones” de enganchar con sus cuartas  las carretas cargadas que llevaban mercaderías desde las quintas del sur hacia la ciudad. Tratando de que el “repecho” y el descenso fuese menos dificultoso para las pesadas carretas.

Barranca Calle Larga
Barranca Calle Larga

Estos pintorescos personajes, vestidos con bombachas y botas, su infaltable poncho en invierno, con faja negra a  la cintura y una flor en la oreja, compadrito sombrero, caballo, lazo y a veces guitarra,  se reunían en la Pulpería – Bar “La Luna” de don Pedro Chiappe, en  la  “Calle Larga”  y Uspallata.

Allí se prendían en una partida de truco, curioseaban y charlaban, saboreaban de paso sus buenas copitas, fumaban sus cigarros, payaban y cuarteaban con “balancín”  a los tranvías de la “Cía. Ciudad de Buenos Aires”. También ofrecían sus servicios en la vecina “subida” de calle Herrera que también era muy empinada y requería de la colaboración constante de los “cuarteadores”.

 
Varios llegan hoy a nuestra memoria, el historiador de Barracas Enrique Horacio Puccia destaca a Juan Luna (eximio malambeador), “el ñato Rosendo”, Faustino Supparo, Mariano Villaflor entre otros, pero el “patriarca de los cuarteadores de Barracas” fue sin lugar a dudas Florencio Mendoza.

Hombre de carácter austero, mostraba en su rostro las huellas de largas jornadas de lucha. Nacido a orillas del Paraná, abandonó su tierra siendo muchacho. Considerado un gran jinete fue soldado en las hueste de Pinedo, al servicio de Rosas, se afincó en Barracas dedicándose a “cuartear” . Vestía una forma un tanto pintoresca, usaba poncho color rojo y una galera parecida a la que llevaba Urquiza cuando entró en la ciudad.

Una mañana lluviosa de 1885 sufrió un accidente cuarteando en la barranca. A raíz  de ello fue necesario amputarle una pierna, pero el viejo león no se sintió vencido. Igual siguió montando con el auxilio de un banco. Lo acompañaban siempre su hijo Narciso y un pardito aprendiz llamado Olegario, no se resignaba a un papel de simple observador. En 1903 aún andaba cuarteando, se lo veía mateando a los costados de la barranca a la sombra de los árboles rodeado por los compañeros de labor que lo idolatraban y se deleitaban con sus historias y relatos.

Uno de los últimos cuarteadores que se desempeñó en la barranca fue Don Cipriano Ares.  Trabajó hasta 1915 aproximadamente,  sólo para los carros de la fábrica de asfalto “Trinidad” que tenía un depósito en la misma avenida Montes de Oca a la altura de Tres Esquinas.

Si bien es cierto que el grueso de estas actividades se desarrolló en la Calle Larga, también se cumplían en las “bajadas” de las calles Defensa, Bolívar, Piedras y Tacuarí.

Con la partida inexorable de los cuarteadores se cierra otra página de la tradición barraquense. 

Mabel Alicia Crego – Maestra de Sección email
Escuela Nro. 15 Barracas

Fotos:

Fuentes:

  • “La Calle larga” de Enrique Puccia
  • “Barracas en la historia y en la tradición” de Enrique Puccia
  • “La calle de los locos” de Enrique Puccia
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