Carlos Suárez – A propósito de Mozart, el «Requiem y su muerte

UNA NOTICIA EN EL BUENOS AIRES DE 1823 

La Abeja Argentina, primera revista argentina
Carlos Suárez – A propósito de Mozart, el «Requiem y su muerte

La Abeja Argentina”,   fue una publicación mensual, científica y literaria,  y puede considerarse como la primera revista argentina. Se editó en Buenos Aires, desde el 15 de abril de 1822 hasta el 15 de julio de 1823. Su consulta es posible por cuanto  ha sido íntegramente reproducida en la  BIBLIOTECA DE MAYO. Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina, (t. VI), edicón realizada en 1960 por el Senado de la Nación en homenaje al 150 aniversario de la Revolución de Mayo de 1810. 

Sus redactores fueron los miembros de la denominada Sociedad Literaria de Buenos Aires, instituida en enero de 1822, con la presidencia de Julian S. de Agüero e Ignacio Nuñez como secretario. 

El artículo 27 de su reglamento preveía  la publicación de un periódico mensual con el título “La Abeja Argentina”, que estaría dedicado  “a objetos políticos, científicos y de industria; y contendrá además: traducciones selectas; los descubrimientos recientes de los pueblos civilizados; las observaciones meteorológicas del país; las medidas sobre la constitución de los años, las estaciones, y un resumen de las enfermedades de cada mes; un sumario de los adelantamientos de la provincia.”

Otro de los objetivos de la Sociedad Literaria fue la edición de un periódico semanal de comunicación y noticias. Así fue como a partir del 19 de enero de 1822, reanudaron la publicación de “El Argos de Buenos Aires”   (segunda época), que cesó el 3 de diciembre de 1825 y en cuya redacción estuvieron entre otros, Santiago Wilde, Ignacio Nuñez y el Dean Gregorio Funes.

Otro  periódico que tuvo el auspicio y participación de la citada entidad fue “El Registro Estadístico”, cuyo redactor principal fue Vicente López. Algunos autores incluyen a  “El Ambigú de Buenos Aires”, de redacción anónima y publicado entre julio y septiembre de 1822, como representativo de la Sociedad Literaria. (Galvan Moreno, El periodismo argentino,  Buenos Aires, Claridad, 1944). Los tres primeros redactores de  “La Abeja Argentina” fueron electos el 14 de enero de 1822, siendo ellos: Felipe Senillosa, Julián Segundo de Agüero y Manuel Moreno. Colaboraron con artículos, entre otros: Santiago Wilde , Cosme Argerich, Juan A. Fernández, Juan B. Madero, Vicente López, Antonio Sáenz, Ignacio Nuñez, Esteban de Luca.  Los artículos publicados abarcaban aspectos científicos, literarios, históricos: “Lecciones de astronomía”, “Fronteras de Buenos Aires”, “Agricultura”, “Noticias estadísticas”, entre otros, se divulgaron a través de sus páginas. El primer año no hubo mayores tropiezos.

Refiriéndose a la recepción y difusión de la revista, decía la Memoria de la Sociedad Literaria correspondiente a 1822: “…ha circulado con interés en las clases más ilustradas de la provincia; en los pueblos interiores se le han dispensado elogios; ha sido admirada en los países extranjeros continentales, y ya se tienen documentos de que ha obtenido el sufragio de literatos de crédito en países civilizados.” (Biblioteca de Mayo, t.VI, nota preliminar). Luego comenzaron las dificultades. En enero de 1823 se eligieron como  nuevos redactores a Vicente López , Manuel Moreno y José Valentín Gómez. Los dos últimos renunciaron al poco tiempo siendo reemplazados por Antonio Sáenz e Ignacio Nuñez.

El número 15 correspondiente al 15 de julio de 1823 fue la última entrega. Una noticia biográfica sobre W. A. Mozart (1756-1791). Será precisamente en esa última entrega, y bajo el título de “Biografía del célebre profesor de música Mozart”,  cuando se refieren circunstancias y creencias acerca de la causa de su muerte. El artículo no aclara respecto del autor, ni la fuente informativa de la cual se sirvó,  aunque es muy probable se tratara de una reproducción y/o traducción de un artículo publicado en el extranjero. El primer párrafo tiene una adaptación local y hace mención al “lugar eminente y distinguido” que la música tiene “en este país”  (se refiere a la ciudad de Buenos Aires),  puesto  que existe una escuela y una sociedad de música y el interés en “la música está al órden del día”. Cabe destacar que el 1º  de octubre de 1822 se había fundado en Buenos Aires una “Escuela de Música”  dirigida por el maestro Juan P. Esnaola y al acto inaugural había concurrido el entonces influyente ministro Bernardino Rivadavía y otras figuras del gobierno, que por entonces encabezaba el Gral. Martín Rodriguez.  La inserción del artículo, que ocupa dos pequeñas páginas, justificada entonces porque podía ser grata “a los aficionados de este arte amable”, trae algunas referencias a su “talento precoz” y lugares comunes sobre su “sensibilidad” y “salud delicada”. En  ese aspecto no agrega detalles significativos. Sí despierta curiosidad el extenso párrafo final del articulo,  que se refiere a las circunstancias en que Mozart produjo el famoso  Requiem,  circunstancias que fueron recreadas en el filme “Amadeus” que dirigiera,  hace unos pocos años,  Milos Forman. Transcribimos el párrafo a continuación: “Un día que estaba mas melancólico que de costumbre, se le presentó un hombre alto y de un exterior noble; sus modales eran serios y expresivos; le dijo a Mozart que venía a visitar de parte de una persona que no quería ser conocida, para pedirle que le compusiera una misa solemne como un réquiem para el alma de un amigo, a quien esta persona había querido mucho. Mozart emprendió esta obra y se comprometió a acabarla en un mes; entonces el extranjero preguntó por el precio, pago inmediatamente cien ducados y se despidió. El misterio de esta visita produjo un efecto sensible sobre el espíritu del músico; lo estuvo pensando y cavilando por mucho tiempo, cuando pidiendo de repente papel y tinta empezó a trabajar con un ardor extraordinario; sin embargo esta aplicación fue más de lo que podían sus fuerzas: ocasionó desmayos, y tomando su enfermedad un aspecto serio y de mucho cuidado tuvo que suspender la obra. -Sin duda estoy escribiendo este réquiem para mí mismo, dijo un día su mujer; ha de servir para mis propios funerales; y esta impresión jamás pudo borrársele después.- Cumplido el mes apareció el extranjero misterioso pidiendo el réquiem: -me ha sido imposible, dijo Mózart, cumplir con mi palabra; me ha interesado la obra más de lo que esperaba y le he dado una extensión mayor de lo que era mi ánimo en el principio; necesito de otro mes para acabarla.- El extranjero no puso dificultad ninguna, solamente observó que por este trabajo adicional era justo aumentar el estipendio, por consiguiente le dio cincuenta ducados más y prometió volver al tiempo acordado. Admirado de este pasaje mandó Mózart un criado que siguiese este hombre singular y viese como era posible averiguar quién era, pero el criado perdiéndole de vista, volvió pronto sin poder dar informe ninguno: -entonces Mózart más que nunca persuadido que él era un mensajero mandado del otro mundo para avisarle de su fin próximo, se aplicó con un ardor nuevo al réquiem; y a pesar del lánguido estado de su cuerpo y de su espíritu lo acabó antes del fin del mes. El día señalado vino el extranjero, – ¡mas ya no existía Mózart.!»  ( Buenos Aires, “La Abeja Argentina”, 15 de julio 1823.)
 
En julio de 1823 finalizaba esta experiencia de publicar una revista literaria y científica en Buenos Aires. Un año más tarde se interrumpían también las actividades de la Sociedad Literaria de Buenos Aires. Los libros y útiles de la entidad se destinaban a la Biblioteca Pública.

Buenos Aires, julio de 2011
por Prof. de Historia Carlos Suárez
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